Casas ecológicas y transporte eléctrico

A lo largo de esta serie de posts hemos visto de qué modo una vivienda sostenible, ecológica e incluso autosuficiente es compatible con cuestiones como la seguridad, el confort o el ahorro. Hemos comprobado, también, que las casas ecológicas no son un objeto de deseo solo al alcance de las economías familiares más pudientes: disfrutar de un hogar más respetuoso con el medio ambiente está al alcance de todos.

Incluso sin poseer grandes conocimientos técnicos, con la ayuda precisa (uno de los objetivos de esta serie de artículos) es posible adaptar mejor nuestro espacio más íntimo y cotidiano a las exigencias de los nuevos tiempos, una era con una nueva conciencia ecológica y medioambiental mucho más desarrollada y responsable.

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Casas ecológicas: un hogar más allá de la vivienda

Hemos comentado anteriormente que la conciencia ecológica y medioambiental, la principal impulsora y guía de las reformas que podamos implementar en nuestra vivienda con este fin, trasciende los muros físicos y tradicionales del hogar: cualquier persona preocupada por cuestiones ambientales no se limita a mantener una actitud responsable en su domicilio, sino que hace gala de ella en cualquier faceta y momento de su vida. Por ello, cada vez más gente advierte que, cuando hablamos de hogar en un sentido amplio, es obligado hacer referencia al hogar común y compartido por todos, el planeta, y que actividades que se realizan en el exterior de la vivienda también son, en este mismo sentido, actividades hogareñas.

Por este motivo el transporte particular, como hemos indicado, debe tratarse como una extensión de lo comentado aquí, como un apéndice de esa conciencia de la que hablábamos hace un momento y que, por lo tanto, debe ocupar un lugar propio en este conjunto de posts. Seguramente el lector, en algún momento, habrá barajado la posibilidad de adquirir un vehículo eléctrico, sustituir su coche o motocicleta de motor de combustión por otro medio de transporte más ecológico y sostenible. Y es que los motivos para hacerlo no dejan lugar a dudas:

 

  • Pese a funcionar con baterías y requerir energía eléctrica (de fuentes renovables o de origen desconocido), son mucho más ecológicos que los vehículos tradicionales de motor de combustión contribuyendo a reducir el nivel de emisiones partículas a la atmósfera.
  • Poseen una media de unos 140-190 km de autonomía según el tipo, la marca y el modelo, una distancia que supera con creces los recorridos diarios medios más habituales en ciudad y que progresivamente se va incrementando en los modelos que lanzan al mercado las marcas cada año.
  • Son más económicos que los vehículos con motor de combustión: puede que la inversión para adquirirlos sea mayor, pero su mantenimiento es excepcionalmente económico (inyectores, bujías, embragues… son algunos de los componentes que requieren un mantenimiento mayor, y por lo tanto más caro, y ninguno de ellos figura en un vehículo eléctrico).

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  • Por definición, son extremadamente silenciosos, rebajando muy notablemente el nivel de contaminación acústica del ambiente. Además, al no producirse ninguna combustión interna, con el ruido desaparecen también las molestas vibraciones, ofreciendo una seguridad, una calidad y un confort de conducción mucho mayor.
  • No obstante, también existen algunas desventajas, sin duda la más destacada de ellas el aún escaso número de puntos de recarga existentes, hoy por hoy, en muchos países. Por ello es todavía más imprescindible contar con un punto de recarga seguro que cumpla la certificación de la norma del producto y de los principales fabricantes, en formato caja o poste, en nuestra propia vivienda, algo que como hemos visto en el post anterior no es ni complejo, ni costoso.

 

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