Definición y características de un entorno adverso
Antes de afrontar la misión principal de esta serie de posts, es preciso definir y acotar qué entendemos por entornos adversos cuando nos referimos a ellos en el marco de las instalaciones y los componentes eléctricos.
En general, calificamos como entorno adverso aquél que, por sus características particulares, presenta un conjunto de factores definidos y objetivos que pueden poner potencialmente en riesgo la salud de las personas, el entorno o las instalaciones eléctricas y sus componentes.
Cómo reconocer un entorno adverso
En primer lugar, es preciso entender que un entorno adverso no siempre se reconoce como tal a simple vista. Generalmente resulta sencillo catalogar un entorno adverso como tal, ya que las características del espacio circundante, tales como la exposición a agentes corrosivos, climatológicos o a impactos y golpes (fortuitos, recurrentes o voluntarios) son normalmente fáciles de detectar.
Sin embargo, no debemos olvidar que la mayoría de proyectos, sobre todo eléctricos, se planifican y ejecutan en las mejores condiciones posibles para minimizar los riesgos a los que se exponen los operarios y los componentes que se manipularán. Por ello, se corre el riesgo de tomar esas condiciones óptimas (máxime cuando el conocimiento del espacio es escaso o limitado) como condiciones normales, bajando peligrosamente la guardia y, con ello, reduciendo las medidas de seguridad y el nivel de protección que sería deseable para la instalación y sus componentes.
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Por poner un ejemplo ilustrativo, pensemos en el hecho de proyectar y ejecutar una instalación eléctrica en una segunda residencia ubicada en la alta montaña. Esta, por lo general, se llevará a cabo en verano y aprovechando las condiciones climáticas más óptimas. En estas condiciones óptimas, y si no se conocen con la suficiente exhaustividad las condiciones reales a las que se hallará expuesta la residencia en momentos menos oportunos, la percepción de riesgo disminuye, pudiéndose incurrir en graves errores a la hora de seleccionar los elementos de protección para la instalación eléctrica y sus componentes.
Para evitar este tipo de riesgos, es preciso conocer con detalle las condiciones habituales, tanto las más favorables como (y sobre todo) las más desfavorables, en las que la instalación desempeñará normalmente su cometido.
Climatología
El clima es un factor determinante a la hora de caracterizar un espacio o un entorno concreto. Es importante conocer los datos climatológicos más habituales del entorno (medias mensuales y anuales de precipitaciones, grados de humedad, temperatura, etc.), y también los más extremos, tomando estos como medida para calibrar el grado de protección que requerirá nuestra instalación.
Los datos climatológicos de una zona concreta se pueden conocer con gran detalle recurriendo a los portales de Internet de las agencias estatales o regionales de climatología, recursos altamente estimables especialmente si no estamos habituados al entorno en el que desarrollaremos el proyecto de instalación y/o protección eléctrica.
Actividades y usos del espacio
Los usos frecuentes de un espacio son otro de los factores a tener altamente en cuenta a la hora de conocer los niveles de riesgo y el grado de adversidad que presentan para las instalaciones eléctricas y sus distintos componentes. En este sentido, es importante remarcar que muchos de estos espacios, de uso público o privado, suelen ser zonas de actividad polivalente, expuestas tanto a la acción de agentes corrosivos (agua, humedad, calor y luz solar...) como a golpes, manipulaciones voluntarias o involuntarias, impactos o incluso a la intervención de animales y plantas (las raíces de árboles y plantas arbustivas, por ejemplo, pueden llegar a ocasionar serios problemas en cualquier tipo de instalación, no solo las eléctricas).
Para conocer con detalle a qué usos se destina habitualmente un espacio o una zona (y con ello, a qué riesgos se hallará expuesta la instalación), es conveniente consultar a vecinos, usuarios frecuentes o agentes responsables de dicho espacio antes de decidir qué nivel de protección es el más adecuado para el caso.
Legislación y normativas vigentes
Por último, es imprescindible que tomemos, como primera y principal referencia, la legislación vigente y las normativas específicas (en el caso de que existan), que regulan la ejecución y el uso de instalaciones y componentes eléctricos en un determinado entorno.
Especialmente en zonas cercanas a parques naturales, con especial riesgo de incendios y/o contaminación ambiental, espacios particularmente sensibles a la contaminación por agentes patógenos (hospitales, residencias, centros escolares…), atender a la legislación vigente es una premisa absolutamente inexcusable.
Las oficinas de atención ciudadana de administraciones locales, regionales y/o estatales disponen de toda la información necesaria respecto a este asunto, en muchas ocasiones disponible también a través de Internet. En caso de duda, siempre es aconsejable ponerse en manos de instaladores oficiales o profesionales autorizados para llevar a cabo parte o toda la instalación eléctrica en entornos especialmente sensibles.
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