Calefacción ecológica: elige el sistema más eficiente
A la hora de elegir una calefacción para mantener la temperatura idónea en invierno, es habitual que surjan muchas dudas. La enorme variedad de opciones entre las que se puede elegir hace imprescindible que se consulten cuáles son las prestaciones de cada uno, así como sus ventajas e inconvenientes. Sin embargo, cada vez son más personas las que se interesan por un aspecto al que, hasta hace poco tiempo, no se prestaba atención; el impacto medioambiental. Hablar de una calefacción ecológica es hacerlo de un sistema de elemento fundamental del hogar, pero que al mismo tiempo tiene una repercusión directa en el entorno. A continuación diferenciamos cuáles son los sistemas de calefacción actuales más extendidos y valoramos su impacto medioambiental.
Caldera con funcionamiento de gasóleo
Su uso está muy extendido, aunque en los últimos años ha entrado en desuso debido a la aparición de nuevas tecnologías más eficientes. Su sencilla instalación y funcionamiento la convirtió en muy popular, sin embargo ocupa uno de los puestos más bajos de cualquier clasificación que obedezca a criterios de calefacción ecológica. La causa son sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de gases de combustión de alta toxicidad. Por otra parte, está sujeta a los precios del gasóleo, que en los últimos años se mantienen al alza.
Calefacción por bomba de calor por aerotermia
La calefacción por aerotermia es el sistema más eficiente del que se tiene conocimiento hasta el momento, y su difusión comienza a crecer poco a poco, en especial en viviendas de nueva construcción. Destaca el ratio de kW/h eléctricos que obtiene por cada kW/h térmico, en una proporción de 1/5. Requiere de al menos dos unidades, una interior y otra exterior. Sin apenas costes de mantenimiento, ofrece tan buenos resultados porque obtiene el calor del aire exterior y brinda tanto calor en invierno como aire acondicionado en verano. Se trata de una calefacción ecológica que requiere una inversión en instalación más alta que para otros sistemas, pero que ofrece un retorno de esa inversión a partir de los 5-6 años.
Caldera con funcionamiento a gas natural
El uso del gas natural hace de este tipo de sistemas de calefacción una buena alternativa, ya que se trata de un combustible limpio, tanto de contaminantes a la atmósfera como de emisiones de CO2 y otros (azufre, y óxidos de nitrógeno o NOX, entre otros). Tiene, además, la ventaja de que utiliza la condensación o vapor de agua, lo que se traduce en un menor consumo de energía y en un descenso de la factura mensual.
Suelo radiante
Conocido también como folio o hilo radiante, esta opción destaca por su eficiencia, que permite ahorrar entre un 20% y un 30% en la factura mensual. Su instalación es costosa debido a que es imprescindible levantar el suelo e instalar en él unos tubos de termoplástico que cubren toda la superficie de la vivienda y por los que circula agua con una temperatura que oscila entre los 25ºC y los 35ºC grados. Después ese suelo vuelve a cubrirse, de tal forma que se aprovecha que el calor asciende desde abajo para obtener un calor duradero. Los grados se mantienen de forma homogénea y constante, y además se puede decir adiós a los radiadores. La instalación puede usarse para trasladar agua fría y refrescar el suelo en verano. Una variante del suelo radiante es el techo radiante, del que nos preguntábamos si es el sistema de climatización del futuro.
Sistema de biomasa
El uso de una caldera de biomasa implica que se emplea una energía con pocas emisiones y, lo más importante de todo, renovable. Esto es posible porque utiliza la energía que procede de pellets de madera, residuos con orígenes forestales y otros. Se trata, por lo tanto, de una calefacción ecológica en el sentido más estricto, que genera calor cuando la combustión transfiere el calor al circuito de agua. Sus dos desventajas principales son el tamaño de la caldera, que es superior al de otros sistemas, y que tiene un poder calorífico menor que el del gasóleo o el gas natural, lo que obliga a consumir el doble de material orgánico que, por ejemplo, de gasoil.
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